Foto: tomada de Diario de Navarra
Hace 300 mil años el planeta se encontraba en medio del periodo Pleistoceno, conocido por sus glaciaciones y cambios climáticos extremos. Durante este tiempo, los continentes ya estaban en posiciones similares a las actuales, pero el clima era mucho más frío y seco en muchas regiones. Grandes extensiones de tierra estaban cubiertas por hielo, especialmente en el hemisferio norte.
La fauna incluía animales emblemáticos como mamuts lanudos, rinocerontes lanudos y tigres dientes de sable. Los primeros humanos modernos, Homo sapiens, estaban comenzando a emerger en África y a desarrollar herramientas más avanzadas, marcando el inicio de una nueva era en la evolución humana. Nuestro planeta estaba entonces en una etapa crucial de su historia.
Los primeros Homo sapiens vivían como cazadores-recolectores, adaptándose a su entorno y utilizando herramientas de piedra para actividades como la caza, el procesamiento de alimentos y la construcción de refugios. Sus habilidades sociales y comunicativas empezaban a evolucionar, marcando el inicio de un desarrollo cultural más complejo.
La fauna era impresionante. Podías encontrar megafauna como mamuts lanudos, tigres dientes de sable y osos de las cavernas. Estos animales compartían su hábitat con los primeros humanos, lo que seguramente convirtió la supervivencia en un desafío emocionante pero peligroso.
Los ecosistemas variaban dependiendo de la región. En África había sabanas y bosques tropicales llenos de vida, mientras que en Europa y Asia se podían encontrar tundras heladas y extensas praderas. Todo esto formaba un mundo lleno de contrastes y biodiversidad.
La vida cotidiana de los primeros Homo sapiens hace 300 mil años era fascinante. Estos humanos primitivos vivían en pequeños grupos familiares o tribus, cooperando para sobrevivir. Se dedicaban a cazar animales medianos y grandes, recolectar frutas, raíces, nueces y otros alimentos naturales. Las mujeres y los hombres probablemente compartían tareas según sus habilidades, lo que fomentaba un sistema colaborativo.
Las herramientas eran fundamentales para su vida diaria. Las más comunes eran hechas de piedra, madera y hueso. Había lanzas para cazar, raspadores para procesar pieles de animales y cuchillos para cortar carne. La innovación en la fabricación de herramientas permitió a los Homo sapiens adaptarse mejor a su entorno y superar desafíos.
Si bien algunos grupos vivían en cuevas, otros construían refugios temporales con ramas, pieles de animales y piedras. La ubicación de estos estaba determinada por la disponibilidad de agua, alimentos y protección.
El fuego fue otro elemento clave. Además de proporcionar calor y permitir cocinar alimentos, también ofrecía protección contra los depredadores y ayudaba a fortalecer los lazos sociales al reunir al grupo en torno a él por las noches.
Las Antillas
Hace 300 mil años, las Antillas probablemente tenían un aspecto muy diferente al que conocemos hoy. Durante el Pleistoceno el nivel del mar era mucho más bajo debido a las glaciaciones, lo que significa que muchas islas del Caribe podrían haber estado conectadas o haber tenido extensiones de tierra mucho mayores.
Además, el clima y la fauna eran distintos. Es posible que existieran especies de animales gigantes, como perezosos terrestres y roedores, que hoy están extintos. Las Antillas aún no habían sido habitadas por humanos, ya que los primeros asentamientos en la región llegaron miles de años después.
Es un panorama fascinante pensar cómo esta región tropical evolucionó hasta convertirse en el archipiélago diverso y vibrante que conocemos, aunque entonces eran un lugar de gran diversidad geológica y zoológica.
Los niveles del mar más bajos crearon conexiones terrestres temporales entre algunas islas, lo que permitió que animales y plantas se dispersaran. También hubo actividad volcánica en algunas áreas, contribuyendo a su formación y configuración.
Las Antillas albergaban megafauna única, como los perezosos terrestres gigantes y el Solenodon gigante, parientes de los pequeños mamíferos insectívoros actuales. También en algunas islas había aves gigantes no voladoras.
Durante las glaciaciones del Pleistoceno, las temperaturas eran más frescas y los ecosistemas tropicales, por tanto, diferentes. Este clima permitió el desarrollo de bosques y hábitats que sostenían estas especies únicas.
Las Antillas se formaron como resultado de la actividad tectónica y volcánica en el Caribe. Las placas del Caribe y de América del Norte contribuyeron a la creación de cadenas montañosas submarinas que emergieron como islas. Durante el Pleistoceno, los niveles del mar fluctuaban debido a las glaciaciones, exponiendo más tierra y conectando temporalmente algunas islas.
Los niveles de agua más bajos permitieron que animales migraran entre las islas y el continente, lo que llevó a una biodiversidad única. Estas conexiones desaparecieron cuando los glaciares se derritieron y el nivel del mar aumentó.
Debido al aislamiento de las islas, muchas especies desarrollaron características únicas. Por ejemplo, animales como los perezosos terrestres gigantes adaptaron su tamaño y dieta a los recursos limitados de las islas. Este fenómeno se llama enanismo o gigantismo insular.
Las Antillas se convirtieron en hogar de especies extraordinarias:
- 1- Perezosos terrestres gigantes: Más grandes que los actuales perezosos, caminaban sobre la tierra.
- 2- Roedores gigantes: Como el Amblyrhiza inundata, que podía alcanzar el tamaño de un pequeño ciervo.
- 3- Aves enormes no voladoras: Adaptadas a la vida en islas.
El clima era más fresco y variable, creando ecosistemas diferentes a los tropicales actuales. Los bosques y praderas daban soporte a la megafauna y otros seres vivos únicos.
Las costas eran más extensas y había lagos interiores. A medida que el nivel del mar aumentó, las islas adquirieron sus formas modernas, mientras especies adaptadas sobrevivían en condiciones más restringidas.
A medida que el clima cambió y el nivel del mar subió, muchos hábitats desaparecieron, lo que provocó la extinción de especies incapaces de adaptarse. Además, la llegada de humanos miles de años después tuvo un impacto devastador sobre la fauna autóctona.
Las plantas desempeñaron un papel clave. Algunas especies sobrevivieron en entornos más secos o en suelos volcánicos, convirtiéndose en refugios para la fauna que dependía de ellas.
Los depósitos fósiles y las formaciones rocosas que aún se encuentran en la región cuentan la historia de esos tiempos antiguos, ayudando a los científicos a reconstruir cómo era la vida y el paisaje.
La evolución en las islas es un testimonio fascinante de la resistencia y adaptación de la vida.
El perezoso terrestre podía alcanzar tamaños impresionantes, y un peso de más de 200 kg en algunos ejemplares. A diferencia de los perezosos arbóreos actuales, era un herbívoro terrestre que probablemente se alimentabn de plantas bajas y ramas.
Vivir en un ambiente insular significaba enfrentar recursos limitados. Por eso, estas especies desarrollaron adaptaciones únicas, como cuerpos robustos y metabolismos más lentos para conservar energía.
Este roedor gigante podía alcanzar el tamaño de un pequeño ciervo. Su cuerpo estaba adaptado para vivir en un entorno insular, con extremidades robustas y dientes ideales para consumir una variedad de plantas.
Desafortunadamente, esas criaturas se extinguieron cuando los ecosistemas cambiaron drásticamente, especialmente con la llegada de humanos miles de años después, quienes pudieron haberlos cazado, aunque no se sabe con certeza si los primeros humanos tuvieron contacto
La historia geológica de las Antillas fue clave para la biodiversidad única que floreció allí. La formación de las islas ocurrió como resultado de la colisión de placas tectónicas y actividad volcánica. Estas fuerzas moldearon montañas submarinas y superficies emergentes, que con el tiempo dieron lugar a ecosistemas aislados.

El aislamiento geográfico también condujo al desarrollo de otras criaturas interesantes:
- – Aves no voladoras: Grandes aves adaptadas a la vida en el suelo, cuya falta de predadores naturales permitió su supervivencia.
- – Reptiles adaptados: Iguanas y otros reptiles únicos prosperaron en ambientes áridos y rocosos.
- – Especies pequeñas, como murciélagos e insectos, que vivieron en sistemas de cuevas formados por la disolución de rocas calizas.
Cada fragmento del paisaje y cada criatura nos cuenta una historia de adaptación, supervivencia y, lamentablemente, extinción. Hoy, los fósiles y formaciones rocosas son claves para desentrañar estas historias.
En el Ariguanabo, nuestro río corría sobre un valle cársico que había comenzado a horadar, quizás, dos millones de años atrás, unos lagunatos estacionales al norte, que constituían un sistema palustre con el río.
El Ariguanabo era plantas y animales y una enorme miriada de organismos microcópicos (bacterias, virus y protozoos).No había humanos aún, llegarían varios miles de años después.